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EL NIÑO EN EL TABERNÁCULO [1]
Un modelo para nuestra fe

"Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él". (Lc. 18, 17)

 * * *

[Misionero predicando a los niños. Estampa religiosa francesa de finales del siglo XIX]Discípulos de la eucaristía venid y escuchad esta maravillosa historia que revela a Jesús en el Sacramento del altar. Me fue contada en un reciente un viaje a la Inglaterra protestante.

Sucedió un día que un buen y santo misionero, mientras predicaba por los campos de ese país, consiguió reunir en torno a si a un grupo de niños pequeños. Como tema de su predicación eligió enseñarles la presencia real de Jesús en el Tabernáculo. Con su corazón embargado por la emoción les habló a los niños de cómo Jesús, por obra de un dulce milagro, permanece siempre encerrado y cautivo en los altares de nuestras iglesias esperando nuestra visita.

Nada más escuchar esto sucedió que uno de los niños se levantó apresuradamente de en medio del grupo y sin perder un instante salió corriendo en dirección a la iglesia más cercana. Una vez en su interior se acercó al Tabernáculo y aunque era todavía demasiado pequeño, consiguió con gran esfuerzo subirse a lo alto del altar y sentarse a su lado. Fue entonces cuando con una fe pura e ingenua, comenzó a llamar a Nuestro Señor mientras golpeaba con suavidad la puertecita:

[Niño llamando a la puerta del Tabernáculo. Estampa religiosa francesa de finales del siglo XIX]- Jesús, ¿estás allí?...

Pero nadie contestó a su llamada. Sin desanimarse a esta conmovedora audacia propia de su corta edad, volvió de nuevo a golpear esta vez un poco más fuerte la puerta con los nudillos de pequeña manita:

- ¿Estás allí, Jesús?. Por favor contéstame... como nos dicen que lo haces siempre en la clase de catecismo…

Y esperó unos instantes... Pero pesar de que prestaba mucha atención sus oídos no conseguían escuchar ningún sonido del interior del Tabernáculo. "Debe ser que Jesús esta ahora dormido", pensó entonces el niño. Y decidido, se dijo a si mismo: "Voy a despertarlo con delicadeza para no asustarlo".

- Oh mi pequeño Jesús, te quiero, te adoro, creo en Ti, contéstame. Yo te suplico que me hables…

¡Oh gracia! ¡Oh prodigio! ¡Oh milagro!… Ante esta oración de tanta ternura Jesús ya no pudo resistir más y desde el fondo de su Tabernáculo dejó escapar finalmente su voz:

- Soy Jesús y vivo en este lugar donde mi inmenso amor por los hombres me tiene prisionero. Desde aquí consuelo a todo el que llora. Y tu, mi amado niño, ¿qué es lo que quieres de mi?

El niño, ya muy contento, le respondió con voz candorosa:

- Es mi padre…. No se encuentra bien... Te pido por favor que lo conviertas. Haz que te conozca y ame tu nombre...

[Jesús prisionero del amor al hombre en el sacramento del altar, espera nuestra visita. Estampa religiosa francesa de finales del siglo XIX]-Hágase como quieres. Te concedo tu deseo - le respondió Jesús. Anda, vete ahora a tu casa que ya la tarde está cayendo y tus padres te están esperando .

Desbordado por la alegría de haber haber sido escuchado por Jesús, el niño regresó a su casa mas obediente y piadoso que nunca. Al día siguiente se obró un milagro conmovedor: sin que hubiera contado nada de lo sucedido en la iglesia, su padre tomó la repentina decisión de acudir a la Iglesia y confesarse tras haber permanecido muchos años completamente alejado de ella. Cuando regresó a su casa, volvió como un hombre nuevo renacido a la fe.

Y así termina esta historia que me contaron en la Inglaterra protestante. ¡Oh Jesús! gran amigo de los niños y lleno de compasión con los pobres pecadores, ¿quién dejará de reconocer tu infinita bondad en el relato de esta historia que me contaron? Yo la recordaré por siempre… Y también llamaré a tu puerta todos los días. Si no consigo oír tu voz como aquel niño, poco importa pues se que tu corazón siempre me escucha.

* * *

Oh Jesús, que te quedaste con nosotros, prisionero en el Sagrario, haz que te llevemos constantemente en nuestro corazón para que, haciéndote así agradable compañía en la tierra, merezcamos estar un día contigo en el cielo.


1. El texto adaptado al español procede de una estampa religiosa francesa de finales del siglo XIX. [Volver]

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