Dios es amor.
Dios nos ha dado la vida para buscarle,
y la muerte para encontrarle.
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No es realmente un testimonio.
En esos momentos difíciles por la perdida de un ser querido.
En esos momentos en que buscas una respuesta, y no la encuentras.
En esos momentos difíciles de tristeza y desesperanza.
Dios, que nos ama, siempre nos habla con Voz susurrante. La lectura
de este "testimonio", nos puede ayudar a encontrar,
al menos, una parte de esa respuesta.
La paz este contigo
No viváis como hombres sin esperanza. Consolaos mutuamente
en la aflicción.
Cuando un árbol se va del patio familiar, deja en pie
un gran hueco de luz. Para quien no compartió nada con
él, allí simplemente no hay nada. En cambio, para
los que se cobijaron a su sombra o compartieron su presencia
rica en recuerdos, ese hueco de cielo abierto lo vuelve a hacer
presente en cada amanecer. Buscándolo, nuestros ojos tropiezan
quizá con una estrella lejana que se ha quedado en el
Cielo, náufraga de la noche que ahora se ha vuelto día.
Oración
Señor, que lo eres todo para nosotros, humildemente nos
presentamos ante ti.
Es difícil lo que vivimos y lo que nos toca pasar, pero
sabemos que estamos en tus manos y deseamos que se haga tu voluntad.
Tú, conoces nuestros corazones mejor que nadie y a ti
confiamos nuestra vida y cuanto nos sucede.
Ayúdanos a aceptar con valentía las situaciones
de la ida y que te las podamos ofrecer con amor y así
poder contribuir a la Redención de todos los hombres.
A ti, Señor Jesús,
vida nuestra dirigimos nuestras suplicas. Tú que llamas
a la vida. Tú que has muerto para resucitar y así
poder también resucitar nosotros contigo. ¡Escúchanos
Señor!
Danos fortaleza ante la adversidad y ante los momentos duros
que la vida nos hace pasar.
Sagrado Corazón de Jesús,
en ti confiamos.
No llores si me amas
La muerte no es nada. No he hecho más que pasar al otro
lado.
Yo sigo siendo yo. Tú sigues siendo tú.
Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
Dame el nombre que siempre me diste.
Háblame como siempre me hablaste.
No emplees un tono distinto.
No adoptes una expresión solemne ni triste.
Sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Reza, sonríe, piensa en mí. Reza conmigo.
Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue sin énfasis
alguno, sin huella alguna de sombra.
La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado.
¿Por qué habría de estar yo fuera de tus
pensamientos?
¿Solo porque estoy fuera de tu vista?
No estoy lejos, solo a la vuelta del camino.
Lo ves, todo está bien.
Volverás a encontrar mi corazón.
Volverás a encontrar mi ternura acendrada.
Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.
No llores si me amas.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles
y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes,
los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza
ante la cual todas las bellezas palidecen!
Tú, me has visto, me has amado en el país de las
sombras.
¿No te resignes a verme y amarme en el país de
las inmutables realidades?
Créeme, cuando la muerte venga a romper tus ligaduras,
como ha roto las que a me encadenaban.
Cuando un día que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga
a este cielo, en que te ha precedido la mía. Ese día
volverás a ver a aquel que te amaba y que siempre te ama,
y encontraras su corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado, estático
y feliz.
No esperando la muerte, sino avanzando contigo.
Te llevare de la mano por los senderos nuevos de la vida.
Beberemos con embriaguez a los pies de Dios, un néctar
del cual nadie se saciará jamás.
¡Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas!