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GERARDO DIEGO
(1896-1987)
Virgen y niño
Paul Delaroche. 1844
A
TI MARÍA
A ti, María, Virgen concebida / sin pecado,
yo indigno, yo devoto / de tu manto, yo escándalo, yo
roto, / te canto y rezo con mi lengua ardida. / Estrella de mi
mar en la vencida, / borrasca ofrendo a Ti mi humilde exvoto;
/ un bergantín sin rumbo y sin piloto, / en tu ermita
carmela guarecida. / Ave María, Gratia plena, suave /
nido de Encarnación, pluma de vuelo, / rosa blanca entre
angelitos sonrojos. / Reina del cielo, que te acoge y sale; /
Sálvame, mírame, tu pequeñuelo / y - Madre
mía, véante mis ojos. |
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QUIERO
CREER
Porque, Señor,
yo te he visto
y quiero volverte a ver
quiero creer.
Te vi, sí, cuando
era niño
y en agua me bauticé,
y, limpio de culpa vieja,
sin verlos te pude ver.
Quiero creer.
Devuélveme aquellas
puras
transparencias de aire fiel,
devuélveme aquellas niñas
de aquellos ojos de ayer.
Quiero creer.
Limpia mis ojos cansados,
deslumbrados del cimbel,
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lastra de plomo mis
párpados
y oscurécemelos bien.
Quiero creer.
Ya todo es sombra y
olvido
y abandono de mi ser.
Ponme la venda en los ojos.
Ponme tus manos también.
Quiero creer.
Tú que pusiste
en las flores rocío,
y debajo miel,
filtra en mis secas pupilas
dos gotas frescas de fe.
Quiero creer.
Porque, Señor,
yo te he visto
y quiero volverte a ver
creo en Ti y quiero creer. |
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MARTA
Y MARÍA
Cristo en la casa de Marta
y María
de Jan Vermeer, 1654-55.
National Gallery, Escocia. CGFA
Marta tenía
razón
y la tenía María.
María, la mejor parte
y la menos buena -prisa,
humillación, tempestades
de alma que duda y trajina-
la menos buena, sí, Marta,
pero su parte tenia.
La razón no
es corazón
aunque en habla de Castilla
se arrimen las dos palabras
» |
a sonar casi la misma,
como el Pisuerga y el Duero
sumidos ya en Tordesillas.
El corazón no se parte
como la mente o la vida,
como la rueda de oficios
en el pozo o la cocina.
El corazón se
da entero.
Entero lo da María.
Entero lo dará Marta,
pero en su afán distraída
tardará un poco en la entrega,
ella, la puntual limpísima.
Activa en la tierra
Marta,
María contemplativa
en unos ojos que el cielo
nos remueven cuando miran,
María quebrando el pomo
de alabastro en las rodillas
y redundando de aromas
gloriosos toda Betania
que a amor nuevo trascendía:
dos corazones enteros
y una razón compartida.
Y Lázaro entre
dos muertes,
el varón que ya sabía,
sonreía a sus hermanas,
de pie en el rincón, enigma. |
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