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1. ORACIONES I [1] |
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Vosotros tenéis un puesto importante en la Iglesia, si sabéis interpretar vuestra situación difícil a la luz de la fe y si, bajo esta luz, sabéis vivir vuestra enfermedad con corazón generoso y fuerte. Cada uno de vosotros puede entonces afirmar con San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de su Cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24)
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1. Señor, Tu siempre me has dado La fuerza necesaria, y, aunque débil, Creo en Ti. |
3. Señor, Tu siempre me has guardado En la prueba, Y, aunque estoy en ella, Creo en Ti. |
2. Señor, Tu siempre me has dado La paz de cada día, y, aunque angustiado, Creo en Ti. |
4. Señor, Tu siempre has alumbrado Mis tinieblas, Y, aunque no tengo luz, Creo en Ti. |
Señor Jesús, la enfermedad ha llamado a la puerta de mi vida: una experiencia dura, una realidad difícil de aceptar. No obstante, te doy gracias por esta enfermedad: me ha hecho tocar con la mano la fragilidad y la precariedad de la humana existencia. Ahora miro todo con otros ojos: lo que soy y lo que tengo, no me pertenece, es un don tuyo. He descubierto qué quiere decir depender, tener necesidad de todo y de todos, no poder hacer nada solo.
He vivido la soledad y la angustia, también el afecto y la amistad de tantas personas.
¡Señor!, aunque me es difícil, repito: "¡Hágase tu voluntad!".
Te ofrezco mis sufrimientos y los uno a los de Cristo Crucificado.
Bendice las personas que me asisten y las que sufren por mí. Amén.
Ayúdame, Señor, a obtener el fruto espiritual que Tú pretendes con esta enfermedad que me has enviado. Haz que comprenda que las enfermedades del cuerpo me ayudan a conseguir un conocimiento más perfecto del mismo, a desprenderme de todo lo creado y me invitan mediante la espontánea reflexión que trae consigo, sobre la brevedad de la vida, a trabajar con más empeño y seriedad en preparar mi alma para la vida futura donde no existe ni enfermedad ni pena, sino el eterno gozo de tu compañía.
Señor Jesús, aquel (aquella) a quien amas está enfermo (a). Tú lo puedes todo; te pido humildemente que le devuelvas la salud. Pero, sin son otros tus designios, te pido le concedas la gracia de sobrellevar cristianamente su enfermedad.
En los caminos de Palestina tratabas a los enfermos con tal delicadeza que todos venía a ti, dame esa misma dulzura, ese tacto que es tan difícil de tener cuando se esta sano.
Que yo sepa
dominar mi nerviosismo para no agobiarle, que sepa sacrificar
una parte de mis ocupaciones para acompañarles, si es
su deseo.
Yo estoy lleno de vida, Señor, y te doy gracias por ello.
Pero haz que el sufrimiento de los demás me santifique,
formándome en la abnegación y en la caridad. Amén
1.
Ver también en Devocionario Católico: oraciones
a Nuestra
Señora la Virgen de Lourdes y el artículo Reflexiones de un enfermo en torno
al dolor del padre José Luis Martín Descalzo. [Volver]
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