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LAMENTACIÓN
EN LAS TRIBULACIONES
San Agustín
Ante tus ojos,
Señor, ponemos nuestras culpas, y junto a ellos ponemos
los castigos recibidos.
Si pesamos
el mal que hemos hecho, es menos lo que padecemos y más
lo que merecemos.
Es más
grave lo que cometimos, y más leve lo que sufrimos.
Sentimos la
pena del pecado, y no quitamos la pertinacia del delito.
En tus castigos
se aniquila nuestra debilidad, mas no se muda nuestra iniquidad.
Se inclina
el espíritu dolorido, pero no se doblega la cerviz.
Nuestra vida
suspira en el penar, pero no se enmienda en el obrar.
Si esperas,
no nos corregimos; si castigas, no lo sufrimos.
Mientras dura
el castigo, confesamos lo que pecamos; cuando pasa tu visita,
olvidamos lo que lloramos.
Si extiendes
tu mano, prometemos obrar bien; si suspende el golpe, no pagamos
lo prometido.
Si hieres,
clamamos para que perdones; si perdonas, de nuevo provocamos
para que hieras.
Tienes, Señor,
reos confesos; reconocemos que si nos perdonas, es justo que
nos castigues.
Concédenos,
oh Padre omnipotente, aunque no lo merezcamos, lo que pedimos,
pues hiciste de la nada a los que te lo pedimos. Por Cristo Nuestro
Señor. Así sea.
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ACTO
DE CONFIANZA
San Claudio
de la Colombiere S.J.
Estoy tan convencido,
Dios mío, de que velas sobre todos los que esperan en
ti y de que no puede faltar cosa alguna a quien de ti las aguarda
todas, que he determinado vivir en adelante sin ningún
cuidado, descargándome en ti de toda mi solicitud. Despójenme
los hombres de los bienes y de la honra, prívenme las
enfermedades de las fuerzas y medios de servirte, pierda yo por
mi mismo la gracia pecando; que no por eso perderé la
esperanza, antes la conservaré hasta el postrer suspiro
de mi vida, y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios
del infierno para arrancármela, porque con vuestros auxilios
me levantaré de la culpa.
Aguarden unos
la felicidad de sus riquezas o talentos; descansen otros en la
inocencia de su vida, en la aspereza de su penitencia, en la
multitud de sus buenas obras, o en el fervor de sus oraciones;
en cuanto a mí, toda mi confianza se funda en la seguridad
con que espero ser ayudado de ti, y en el firme propósito
que tengo de cooperar a tu gracia. Confianza como esta jamás
a nadie salió fallida. Así que seguro estoy de
ser eternamente bienaventurado, porque espero firmemente serlo,
y porque tú, Dios mío, eres de quien lo espero
todo.
Bien conozco
que de mi soy frágil y mudable; sé cuánto
pueden las tentaciones contra las virtudes más robustas;
he visto caer las estrellas del cielo y las columnas del firmamento;
pero nada de eso logra acobardarme.
Mientras espere
de veras, libre estoy de toda desgracia; y de que esperaré
siempre estoy cierto, porque espero también esta esperanza
invariable. En fin, para mí es seguro que nunca será
demasiado lo que espere de ti, y que nunca tendré menos
de lo que hubiere esperado. Por tanto, espero que me sostendrás
sin dejarme caer en los riesgos más inminentes y me defenderás
aun de los ataques más furiosos, y harás que mi
flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos: Espero
que me amarás a mi siempre, siempre, y yo a mi vez te
amaré sin intermisión; y para llegar de un solo
vuelo con la esperanza hasta donde puede llegarse, te espero
a ti mismo, oh Criador mío, para el tiempo y para la eternidad.
Amén. |