ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
Soberana Virgen del Carmen,
Madre común de todos los fieles, pero muy en especial
de los que visten vuestro Santo Escapulario: alcanzadme a mi,
que soy uno de vuestros privilegiados hijos, que viva castamente
todos los días de mi peregrinación por este mundo,
que muera bajo vuestro manto maternal, y, si Dios me destinase
a expiar mis pecados en el Purgatorio, sacadme de allí
cuanto antes con vuestra poderosa intercesión, cómo
lo habéis prometido a todos aquellos que se adornan con
el escudo e insignia de los predilectos hijos del Carmelo. ¡Oh
dulcísima María! Defensa en los peligros, prenda
de vuestro amor singular, y pacto de eterna alianza con vuestros
hijos, llamasteis a vuestro Santo Escapulario. Que nunca, pues,
se rompa este pacto por el pecado, ¡oh Madre mía
querida!; y en prueba de mi fidelidad perpetua, yo me ofrezco
todo a Vos, y consagro en este día mis ojos, mis oídos,
mi lengua y todo mi ser; y pues soy todo vuestro, guardadme y
defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
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POR
LAS ALMAS DEL PURGATORIO
¡Virgen Santa! Durante
toda mi vida habéis sido mi tierna Madre; Vos me habéis
obtenido gracias sin número en todos los peligros y en
todas mis penas, y Vos no me abandonaréis en la hora terrible
de mi muerte. Mas hoy os pido una gracia especial, como bondadosa
consoladora de los afligidos, y es la de que tengáis piedad
de las desgraciadas almas que el reato de culpas retiene cautivas
en el fuego del Purgatorio. Vos, amantísima Reina del
Carmelo, me habéis permitido que os llame mi buena y dulce
Madre: sedlo también de las infortunadas almas por las
cuales yo suplico a vuestro corazón tan compasivo. Dejaos
conmover por mis lágrimas y mis plegarias, para que los
sufridos lamentos que parten de aquel lugar de tristeza y de
miseria lleguen hasta Vos, y, cual piadosa medianera entre Dios
y las almas que están allí detenidas, obtener su
pronta liberación. Esta es la gracia que os solicito ¡oh
Madre de Dios! y que os ruego concedáis á vuestros
hijos.
No dejéis de utilizar
el poder que se dignó concederos vuestro Unigénito
Hijo, especialmente en el día vuestro del sábado.
Amén.
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ORACIÓN
POR LOS ENFERMOS
¡Amantísima Madre
mía, María Santísima del Carmen! ¿A
quién sino a Vos, que sois la salud de los enfermos, el
consuelo de los afligidos y el amparo de los desvalidos, he de
acudir en esta extrema necesidad en que me hallo? Vos bien sabéis,
Madre mía, que por la divina voluntad de Dios llevo padeciendo
tanto tiempo con esta penosa enfermedad, sin que hasta ahora
haya podido encontrar consuelo en los médicos de la tierra;
antes, al contrario, mis sufrimientos van aumentando de día
en día, mientras siento agotarse mis escasas fuerzas y
me va faltando la necesaria paciencia para soportarlos.
Espero de vuestro bondadoso
corazón ¡oh María! que os compadeceréis
de mi, y que me otorgaréis la salud de que carezco, pues
no en balde cubro mi pecho con vuestro Sagrado Escapulario, que
es prenda de vuestra amorosa protección y universal medicina
en las enfermedades del espíritu y del cuerpo. En retorno
de esta gracia, que no me negaréis, yo os consagro mi
alma con todas sus potencias, mi cuerpo con todos sus sentidos;
en una palabra, todo mi ser, para que Vos dispongáis de
mí como cosa que os pertenece. Si Dios Nuestro Señor,
en sus altos juicios, no quisiere darme la salud que por vuestra
mediación le imploro, porque tal vez convenga para su
gloria y mi propia salvación el que yo sufra y padezca
con esta enfermedad, entonces os pido, Madre mía, que
me alcancéis de Su Divina Majestad la virtud de la paciencia,
para que con ella pueda sobrellevar mis padecimientos con la
resignación propia de un buen cristiano, y por medio de
ellos purificarme por completo de todos mis pecados a fin de
conseguir la gloria eterna. Amén. |
SALVE
A
NTR. SRA. DEL CARMEN
Salve, Virgen pura,
Salve, Virgen Madre,
Salve, Virgen bella,
Reina Virgen, Salve.
Gózate, María,
Patrona del Carmen,
Con las alabanzas
Que dan tus cofrades.
Tu amparo buscamos
Benigno y suave,
Hoy los desterrados
En aqueste valle.
Eres del Carmelo
La Pastora amable,
Que tus ovejuelas
Das pasto suave.
A Ti, pues, clamamos
Buscando piedades:
¡Ea, pues, Señora,
No nos desampares!
Es tu Escapulario
La cadena grande
Con que se aprisiona
El dragón infame.
Vuelve ya a nosotros
¡Oh piadosa Madre!
Tus benignos ojos,
Llenos de piedades.
Pues con tu defensa
Viven tus cofrades
Libres de peligros
Y de todos males.
Muéstranos,
María,
Benigno y afable,
De tu puro vientre
El fruto admirable.
Es contra el Infierno
Tu poder tan grande,
Que libras las almas
De eternos volcanes.
Si, por nuestras culpas,
Penas a millares
Merecemos todos,
Tu favor nos salve.
Y, si al Purgatorio
Bajan tus Cofrades,
Pedimos, Señora,
Que al punto los saques.
¡Oh clemente!
¡oh pía!
¡Oh cándida ave!
¡Oh dulce María!
Salve, Salve, Salve.
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