ORACIÓN PREPARATORIA
PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen Santísima, socorro
perpetuo de las almas que se acogen a vuestro amor maternal:
dignaos pedir por mi a vuestro santísimo Hijo y Señor
nuestro Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos,
palabras y acciones de este día y toda mi vida.
Aceptad, ¡Oh tierna madre
mía! el corto obsequio que os ofrezco en esta Novena,
y alcanzadme el favor que en ella os pido, si conviene para mayor
gloria suya, honra vuestra y bien de mi alma. Amén.
Rezar a continuación
la oración del día que corresponda:
DÍAS
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DÍA PRIMERO
Jesucristo quiere
que en nuestros trabajos
acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Levanta la vista ¡oh
cristiano! y contempla a la Virgen del Perpetuo Socorro. Mira
al Niño Jesús, que con sus manecitas temblorosas
toma y estrecha la mano de su tierna Madre. ¿Que ha sucedido?
Que dos ángeles le presentan los instrumentos de su futura
Pasión, y que al verlos el adorable infante se llena de
espanto, y busca en su dulce Madre protección y amparo.
Con lo cual quiere decirte que, a imitación suya, debes
tu también buscar siempre en María el socorro perpetuo
en medio de las aflicciones de la vida presente. (Medítese
y pídase con 9 Avemarías la gracia que se quiera
alcanzar en esta Novena.)
Oración. ¡Oh Salvador mío, Jesucristo!
Al contemplaros en brazos de vuestra Madre, veo que en medio
de vuestro santo temor os estrecháis con Ella y me decís
a mi que os imite, recurriendo yo también a la que es
mi perpetuo socorro. Quiero, pues, entregar-me a Ella sin restricción
alguna. ¡Oh María! Dios ha querido honraros, comunicando
al culto de vuestras imágenes virtud milagrosa. Inspiradme
¡oh Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en
vuestra poderosa bondad.
Practica. Hacer esta Novena con fervor.
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DÍA SEGUNDO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
quiere que acudamos a Ella en todas nuestras necesidades.
Vemos que la Virgen Santísima
del Perpetuo Socorro, cuando el Niño Jesús estrecha
su mano, en vez de volver sus miradas a Él las vuelve
a nosotros. Sin duda quiere así mostrarnos su ardiente
deseo de que acudamos a Ella. Con esta tierna y amorosa mirada
nos esta, pues diciendo a todos: Yo soy Madre de Dios, pero también
soy Madre vuestra. ¿Que mayor deseo puede tener una madre
que el de ayudar y so-correr a sus hijos? Venid, pues, hijos
míos, a mi. Acudid a mi en todas vuestras necesidades
y miserias; en vuestras penas, en vuestros desfallecimientos,
en vuestras dudas; y si alguna vez llegareis, por desgracia,
a caer, después de vuestra caída venid: yo soy
la Madre del Perpetuo Socorro; yo os consolare, yo os confirmare,
os defenderé, y os conduciré a la Patria bienaventurada
del cielo. (Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh dulce Madre mía! Si
en Vos no viese yo mi perpetuo socorro, mis pecados me inducirían
a temer que no había misericordia para mi. Pero Vos sois
la misericordia perpetua: después de Dios en Vos quiero
poner toda mi confianza, y desde ahora, me propongo acudir siempre
a Vos en todas mis necesidades. ¡Oh Madre del Perpetuo
Socorro. Dignaos socorrerme en todo tiempo y en todo lugar, en
mis tentaciones y dificultades, en todas las miserias de esta
vida, y sobre todo en la hora de la muerte.
Practica. Invocar con frecuencia a Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro durante la Novena.
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DÍA TERCERO
Venerar a nuestra
Señora del Perpetuo Socorro
es medio seguro para conseguir todos los tesoros del cielo.
Consideremos cada una
de las palabras de esta advocación: Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro. María es Señora es decir,
Madre de Dios, Reina poderosa del cielo y de la tierra. María
es nuestra: nuestra, por ser Madre del Redentor de los hombres,
Abogada de los peca-dores, Madre de misericordia y Corredentora;
y nuestra, sobre todo, por su maravillosa ternura de Madre. Maria
es nuestro socorro, porque con el nos libra de la mayor de las
desgracias de esta vida, o sea del pecado María vela por
nosotros, quita las ocasiones y disminuye la vehemencia de las
tentaciones; María conserva en sus hijos, la gracia santificante
y el amor de Dios, y les consigue la perseverancia; María
suaviza nuestras penas temporales y espirituales.
Por ultimo, es María nuestro socorro perpetuo, porque
nos socorre a todas horas y en todos los instantes. Es nuestro
socorro en el momento oportuno, en el formidable trance de la
muerte y en medio de las llamas del Purgatorio. (Medítese
y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh Señora Nuestra, Madre
del Perpetuo Socorro! ¡Cuantos tesoros de gracias y bendiciones
proporcionáis a los individuos y a las familias que a
Vos se consagran ¡Oh Madre mía! Dignaos recibirnos
a todos como a hijos vuestros y derramar sobre todas las familias
de los que estamos aquí vuestros insignes favores.
Practica. Introducir cada vez mas en la respectiva
familia la costumbre de recurrir familiar y continuamente a Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro.
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DÍA CUARTO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
ayuda a sus devotos a salir del pecado.
Uno de los principales
oficios en que ejercita su so-licitud Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro es el de sacar a las almas del pecado. A la
manera como una madre llora y gime sobre el cadáver de
su hijo, a quien desearía poder resucitar, María
siente ardentísimos deseos de que vuelvan los pecadores
a la vida de la gracia. Su grande ocupación consiste en
interceder por ellos sin cesar; y Ella se gloria en ser su infatigable
Abogada y en alcanzarles la gracia de la verdadera conversión,
con tal que tengan a lo menos el deseo sincero de salir del pecado
y que acudan a Ella pidiéndole la fuerza necesaria para
romper las cadenas con que los tiene esclavizados la culpa. (Medítese
y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh misericordiosa Abogada y
refugio de los pecadores ¡Mucho he ofendido a Dios. En
vuestras manos pongo mi salvación eterna. ¡Oh Madre
del Perpetuo Socorro! Haced que no vuelva ya a tener la inmensa
desgracia de corresponder con vil ingratitud a vuestros continuos
favores. Alcanzadme de vuestro Hijo la gracia de una conversión
sincera, para que en adelante le ame con todo mi corazón.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro que nos veamos libres de todo pecado y que no
reincidamos en nuestras culpas.
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DÍA QUINTO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
defiende a sus devotos en las tentaciones.
La vida del cristiano
sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos
por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra
nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quien
nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continua-mente
vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro,
que por si sola es mas terrible que un ejercito puesto en orden
de batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable,
de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al
mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amo-rosa, que
mas desea Ella concedernos su so-corro, que nosotros alcanzarlo.
(Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María! Si he tenido
la des-gracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia.
¡Ah! Si yo os hubiera invocado, Vos hubierais acudido en
mi socorro y yo no hubiera caído. Haced, Madre mía,
que en la hora del peligro me acuerde de Vos y os invoque diciendo:
¡Madre mía, socorredme! Así saldré
con la victoria.
Practica. Recurrir a Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro en cuanto asome la tentación.
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DÍA SEXTO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
asiste a sus devotos en todas las necesidades y trabajos de la
vida.
Nuestra naturaleza tiene
horror a las contradicciones y trabajos de esta vida los cuales
son, empero, favores señalados que Dios hace a las almas
que le aman. La verdadera sabiduría consiste en descubrir
los tesoros inestimables de méritos que se hallan encerrados
en las humillaciones y en los trabajos. ¿Quién,
pues, nos dará a conocer este tesoro? María Santísima,
la Reina de los mártires. Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro, que pasó toda su vida entre penas y dolores,
nos enseñará, con su ejemplo, que en esta valle
de lagrimas la cruz es la herencia de los elegidos y nos hará
mas llevaderos los trabajos de este penoso destierro. (Medítese
y pídase con 9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María, Madre y Señora
nuestra del Perpetuo Socorro! ¿Cómo quejarme de
mis trabajos, cuando considero vuestros acerbos dolores? Vos
sois verdadera Madre de Dios, y vuestra vida fue vida de dolor
y sufrimiento: quiero, pues, aceptar con resignación,
a lo menos, todas las penas que Dios me envíe. Alcanzadme,
Madre mía, la gracia de no quejarme nunca en mis trabajos.
Practica. Recurrir en todas mis penas a Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro.
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DÍA SÉPTIMO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
ampara a sus devotos en la hora de la muerte.
El instante solemne en
que morimos decide de nuestra suerte feliz o desgraciada por
toda una eternidad. Esa es la hora en que el demonio despliega
toda su astucia y todas sus fuerzas para ver de ganar una nueva
alma. Pero no desmayemos: tengamos con-fianza, porque esa también
es la hora de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. No
en balde dice tan a menudo todo fiel cristiano: Santa María
Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora
de nuestra muerte. Allí estará, pues, a nuestro
lado, a la hora de la muerte, para que podamos pasar felizmente
del tiempo a la eternidad. (Medítese y pídase con
9 Avemarías)
Oración. ¡Oh María!
cuando pienso en las angustias de mi última hora tiemblo
y me siento lleno de confusión. No me abandonéis,
Madre mía, en tan críticos momentos: con-cededme
la gracia de que os invoque entonces con mas fervor que nunca,
a fin de expirar con vuestro dulcísimo nombre y el de
vuestro Santísimo Hijo en los labios.
Practica. Encomendar cada uno
su muerte a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
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DÍA OCTAVO
Nuestra Señora
del Perpetuo Socorro
auxilia a sus devotos en el Purgatorio.
Muy dignas son de compasión
las almas del Purgatorio, porque padecen tormentos atroces y
no pueden ayudarse a si mismas; pero María las socorre
con la mas tierna misericordia. La Santísima Virgen alivia
a aquellas almas tan queridas, rogando por ellas, y a veces hasta
desciende a aquel lugar de tormentos para consolar y confortar
a sus fieles siervos; mas aun: su poderosa y maternal intercesión
se emplea en abreviar el tiempo de sus penas y en librarlas de
aquel fuego purificador. (Medítese y pídase
con 9 Avemarías)
Oración. Oh María! ¡Cuantos pecados
he cometido en todo el curso de mi vida, y cuan escasa ha sido
mi penitencia! ¡Oh cuan largo y cuan terrible habrá
de ser para mi el Purgatorio, si Vos no me otorgáis vuestro
auxilio! En Vos pongo toda mi confianza. ¡Oh Virgen del
Perpetuo Socorro! postrado a vuestros pies os suplico me obtengáis
la gracia de no caer ni aun en las mas leves faltas, y la de
expiar todos mis pecados en esta vida. Espero que no me negareis
esta merced.
Practica. Rogar a Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro por las almas del Purgatorio.
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DÍA NOVENO
Consagrarse
a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y servirla
con fidelidad es hacer cierta la perseverancia.
En este día consagrémonos
a María; y para esto hagamos por Ella lo que Ella hace
por nosotros. María nos ama; pues amémosla nosotros.
¡Que honra la nuestra amar a la Madre de Dios! Amémosla,
entregándonos a Ella con entera confianza, por ser nuestra
verdadera Madre. María es nuestra bienhechora; es nuestro
perpetuo socorro. Por nuestra parte, prometámosle recurrir
constantemente a su misericordia; prometámosle sinceramente
perseverar en nuestros el ejercicios o practicas diarias de devoción
en honor suyo, y experimentaremos cuan cierta es esta sentencia:
que el verdadero devoto de María no puede condenarse.
(Medítese y pídase con 9 Avemarías)
Consagración a María. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!
Yo os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma con
sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con
fervor, invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que
os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no pase día
alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial.
Practica. Encomendar nuestra perseverancia a
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. |